El síndrome de Fausto
es un complejo entramado de síntomas psicopatológicos definidos esencialmente
por la “bulimia intelectual”. Está relacionado conceptual y culturalmente con
"la sed de saber" o "el hambre de conocimientos", modismos
populares muy sugerentes para comprender la naturaleza de la enfermedad a
examen.
Los sujetos que lo
padecen poseen un deseo inmoderado o compulsivo de leer, estudiar y penetrar en
todos los saberes humanos sin obtener de sus investigaciones ninguna
gratificación existencial, antes bien y por contra, relatan una angustia
profunda y continuada, sumada a una sensación de hastío vivencial que les
mantiene sumidos en una importante desazón.
Suelen poseer una gran
cultura, reglada oficialmente o no y, cuando sus recursos se lo permiten, están
en posesión de enormes bibliotecas cuyo rasgo común es la discontinuidad
temática de las materias allí presentes, signo fehaciente de un conocimiento
errático, no lineal y estéril profesionalmente.
El sujeto es tan
consciente de su superioridad discursiva, que no consigue experimentar placer
alguno en la socialización, por entender que no halla interlocutores lo
bastante capacitados como para estimularle a una interacción comunicativa
positiva. Incluso el reconocimiento público de su erudición les provoca un
notable fastidio, cuando proviene de personas que poseen un listón cultural
inferior al suyo.
Parece indudable que
muchas de las manifestaciones (histrionismo, narcisismo, insociabilidad, etc.)
de este problema pueden ser encuadradas dentro del clúster B de los trastornos
de personalidad.
En consulta, tienden a
imponerse al terapeuta con una serie de argumentaciones lúcidas cuyo único objeto
sería evaluar la capacitación del mismo, al que a menudo, y en efecto, dejan
confundido dada la vastedad y brillo de sus observaciones. Este hecho dificulta
mucho un tratamiento efectivo del síndrome.
Dadas las
características de este trastorno, no suele haber implicación afectiva con el
sexo opuesto y cuando la hay, es dificultosa y desgraciada.